“Cuando llegamos a nuestra habitación me senté en la cama de Ruth,
cerca de la ventana ―el sol había caldeado un poco la manta― y ella
se sentó en la mía, junto a la pared del fondo. Había una mosca azul
zumbando en el aire, y durante unos minutos estuvimos riéndonos
y jugando al «tenis de la mosca azul», lanzando manotazos al aire
para hacer que la enloquecida criatura fuera de un extremo a otro
de nosotras. Al final, la mosca encontró el camino y salió por la ventana…”
Kazuo Ishiguro (1954 - …)
cerca de la ventana ―el sol había caldeado un poco la manta― y ella
se sentó en la mía, junto a la pared del fondo. Había una mosca azul
zumbando en el aire, y durante unos minutos estuvimos riéndonos
y jugando al «tenis de la mosca azul», lanzando manotazos al aire
para hacer que la enloquecida criatura fuera de un extremo a otro
de nosotras. Al final, la mosca encontró el camino y salió por la ventana…”
Kazuo Ishiguro (1954 - …)
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Foto de Jacky Zhao en Unsplash |
A veces he pensado que no son casualidades, que en verdad son mensajes de mi alma para que recupere mi memoria o al ser que verdaderamente soy… la esencia más profunda de mi existencia. En ocasiones lo siento como si fuera una pista que me es dada para que recupere el buen sendero de mi vida. En otras, simplemente me parece que se trata de un aviso, de una señal de peligro.
Y si algunas veces me siento como el protagonista de mis pensamientos y emociones, en otras ocasiones me surge la duda de si seré utilizado para transmitir algún mensaje, como si lo que experimentara no fuera mío, y solo hubiera sido utilizado, sin ser consciente, como un mero intermediario.
Cuando he leído ese texto del premio Nobel de literatura británico, de origen japonés, he caído seducido por la vivencia de un hecho tan intrascendente como el que relata. Tan maravillosamente, deliciosamente, ilusionantemente, intrascendente…
Y he sentido una barrera. Esa que separa a los adultos del encanto de la niñez y de la adolescencia. Porque es cierto que como adultos debemos tomarnos la vida muy en serio, analizar con cuidado la realidad, tomar decisiones difíciles y atravesar momentos realmente duros, pero me pregunto por qué estamos incapacitados para disfrutar de un momento de total intrascendencia como el que describe Ishiguro. Hablo de un momento improvisado, no uno de esos muchos momentos de relax prefabricados a los que nos entregamos en nuestro rol de adultos.
En mis pensamientos vuelvo una vez más a la inocencia, a la inconsciencia, al entusiasmo, a la autenticidad, a la pureza de los sentimientos, al bello encanto del abandono en la incertidumbre de experimentarnos tal y como somos, sin condicionamientos ni máscaras.
Y me pregunto por qué tenemos tan dormido a nuestro ángel. Más que dormido, sedado, abandonado, olvidado… ¿Por qué no lo despertamos de tanto en tanto? ¿O por qué no dejamos que nos acompañe y nos sugiera y muestre la auténtica belleza de la vida y del vivir?
Si los niños juegan a ser adultas y eso les ayuda a disfrutar de su vida y a prepararles para la edad adulta, ¿no estaría bien que los adultos jugáramos a ser niños para también disfrutar de la vida, y para no olvidar lo más bello de la existencia?
Destellos en el mar...
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(original autentificado)
(por Melissa Galosi)