Cuando un niño reprime su naturaleza, ya sea debido a que no es aceptado, protegido y / o amado; o simplemente porque se le educa para sobrevivir y destacar en nuestro competitivo mundo, ese niño esconde, olvida, e incluso llega a rechazar en la edad adulta, su natural sensibilidad. Pero la esencia natural del ser humano, su sensibilidad, sigue viva, muchas veces luchando por salir de su ostracismo. La esencia innata de su alma sobrevive como un ángel dormido.

lunes, 1 de abril de 2024

LOS ÁNGELES VIVEN ENTRE NOSOTROS…


“Quien no ve en los niños un ángel
es que no ha aprendido lo esencial de la vida
y de la belleza de vivir…”


Emilio Muñoz

“…conservaré en mis sueños más secretos
siempre el plegarse de esas alas,
que como un ciprés blanco
quedaban detrás de él...”


Rainer Maria Rilke (1875 - 1926). Austria - Alemania
De “Canciones de los ángeles”



Foto de Annie Spratt en Unsplash
La siguiente reflexión nace del hecho de que se ha dudado (en privado y muy cordialmente) de mi propuesta sobre la conveniencia de que se deje a los niños ser niños. Se apoyaba mi contertulio en el hecho cierto de que hay que ir guiando a los pequeños hacia la edad adulta para que puedan afrontar con suficiencia las dificultades que les irán surgiendo.

Estoy totalmente de acuerdo con que hay que ayudar a los niños, pero supongo que no lo estoy ni en la forma, ni en los plazos. Especialmente porque algo tan apasionante como educar se ha convertido en un estorbo para bastantes adultos, preocupados en temas más mundanos, y porque en demasiadas ocasiones se intenta convertir al niño en depositario de las ambiciones y de los sueños no alcanzados por sus padres. ¡Terrible error éste!

Es cierto que hay que ayudar al niño, pero cuando surjan las inquietudes que requieran nuestra intervención. ¡Nunca antes! Dejemos que los niños sean niños y que protagonicen su propio desarrollo a medida que vaya despertando en ellos las dudas, las inquietudes y la necesidad de saber. Llegado el momento adecuado para ellos avanzarán sorprendentemente rápidos.

Al niño le debemos dar protección, cuidados e infinitas dosis de comprensión y amor. Un niño se tiene que sentir reforzado en su papel de niño, y jamás desautorizarlo por no aprender al ritmo que deseen sus padres o tutores. Y cuando llegue la hora de sus preguntas, se les debe mostrar cómo es el mundo, sin ocultarles la realidad, buena o mala, sin anticipar nada; solo ampliando su visión en función de sus dudas.

Foto de Silvana Carlos en Unsplash
¿Y qué hacer con aquella realidad que pueda inquietar y atemorizar al niño? Muy fácil: demostrarle que está bajo nuestra protección, y que con nuestra ayuda llegará un día en que se bastará por sí mismo para desenvolverse en este mundo de oportunidades y afrontar cualquier amenaza.

¿Cómo realizar ese recorrido? Dejando que el niño comprenda cómo es el mundo, mostrándole toda la belleza que hay en él, pero sin ocultarle el dolor que también lo habita. Dejar que vaya asimilando la realidad tal cual es, cuando llegue el momento oportuno, sin falsearla. Y cuando quiera empezar a posicionarse, y pida alternativas, mostrarle las alternativas que se puede encontrar en unas personas o en otras, para que sea él, y solo él, quien elija la que le convenza más. ¿Y si nos pide nuestra posición? Dársela, pero dejando claro que solo es la nuestra, que es él quien decide en qué creer y qué hacer.

Por último, siempre he considerado que hay cuatro principios básicos que transmitir a los niños y jóvenes de tal manera que puedan juzgar por sí mismos cualquier pensamiento, sentimiento, idea o acto:

  1. Haz aquello que te acerque a la felicidad.
  2. Pero duda y cuestiona todo, empezando por tus propias creencias, y continuando por las mías.
  3. Solo te debe valer aquello que no haga daño a los demás (pero sin que eso suponga servidumbre alguna hacia los demás)
  4. Si quieres disfrutar de los demás, algo imprescindible para que te sientas bien, deja que los demás disfruten de ti… compartiendo generosamente, con sincero afecto, todo lo que os une.

Un niño debe ser el protagonista de su propio desarrollo, de sus elecciones, y de sus consecuencias. Cuando empiece a caminar “intelectualmente” habrá que ayudarle para que no sufra un gran traspiés, pero habrá que dejarle que tenga sus propios éxitos y fracasos… hasta llegar a ser él mismo.

Si queremos educar a seres potencialmente felices y que sean los artífices de un mundo mejor, estoy convencido de que no existe otro camino. Pero solo si se les deja crecer libres y fortalecer su sana personalidad.

Y es que no nos damos cuenta de que los ángeles viven entre nosotros. Bueno sería desprendernos de nuestro orgullo de adultos, reconocerlos, y dejar que nos enseñen a construir un mundo mejor. Solo ellos saben, sin saber que lo saben, cómo hacerlo. Es innato a su humana esencia…


Emilio Muñoz
Un ángel dormido...

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