Cuando un niño reprime su naturaleza, ya sea debido a que no es aceptado, protegido y / o amado; o simplemente porque se le educa para sobrevivir y destacar en nuestro competitivo mundo, ese niño esconde, olvida, e incluso llega a rechazar en la edad adulta, su natural sensibilidad. Pero la esencia natural del ser humano, su sensibilidad, sigue viva, muchas veces luchando por salir de su ostracismo. La esencia innata de su alma sobrevive como un ángel dormido.

29 de septiembre de 2024

LA SABIDURÍA DEL NIÑO: EL ARTE DE SER UNO MISMO, Y SER FELIZ


“Estas palabras (…) me confirman que, en las cuestiones esenciales,
nadie enseña a nadie; que la tarea filosófica consiste solo en dar
a luz lo que todos ya sabemos en el fondo de nosotros mismos;
que el saber filosófico ―en expresión de Sócrates―
no es más que recordar”

Mónica Cavallé (1967 - …)


Foto de MI PHAM en Unsplash
Los niños no han aprendido a ser felices y, sin embargo, lo son si se les deja ser lo que realmente son: niños.

Creo firmemente que no podemos acercarnos a la felicidad (a esa plenitud de vivir) si no cultivamos eso que Mónica Cavallé llama “el arte de ser uno mismo”, algo que, como dice esta filósofa parafraseando a Sócrates, no necesitamos aprender, sino recordar… Yo concretaría diciendo que necesitamos redescubrirlo.

Y lo necesitamos redescubrir porque en ese, habitualmente erróneo, viaje a la edad adulta nos olvidamos de lo esencial, de lo que da sentido a toda una vida, de lo que nos puede hacer vibrar de felicidad. ¿Qué es?

No es lo mismo ser adultos que ser niños, es cierto. Pero cada día estoy más convencido de que la edad adulta no debería implicar un abandono de aquello que somos en la niñez, sino que lo debería incluir, integrar y enriquecer. No deberíamos sustituir unos rasgos por otros, sino que deberíamos ampliarlos. A eso sí que lo podríamos llamar “crecimiento personal” o “proceso de maduración”: crecer desde lo que éramos al nacer. Pero para eso deberíamos educar evitando destruir los rasgos más bellos del niño, aquellos que realmente definen lo mejor de nuestra humanidad. Y hacer que tengan una infancia feliz: protección, cuidados y toneladas de amor.

Tal y como lo expongo, recuperar el espíritu de la niñez ese incierto y difícil viaje en el que yo me embarqué hace ya un par de años es, en realidad, un viaje a esa auténtica felicidad. No la felicidad de tener, sino la felicidad de ser… de ser lo que uno verdaderamente es desde que nació, o desde antes de nacer. Y es la felicidad de poder expresar, y expresar, lo que realmente le ilusiona y le emociona a uno mismo.

Con tan solo expresar estas creencias me invade una inmensa sensación de paz y confianza. Algo en mí interior me dice que ese camino, el de regreso para recordar y recuperar lo que al nacer fui, es el buen camino…


Emilio Muñoz
Un ángel dormido...

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Christopher Galovan - Family time...
(por Christopher Galovan)



22 de septiembre de 2024

SOBRE LA CORRECTA EDUCACIÓN Y CUIDADO DE LOS NIÑOS.
REFORMULANDO IDEAS


“La enseñanza que deja huella no es
la que se hace de cabeza a cabeza
sino de corazón a corazón”

Howard C. Hendricks (1924 – 2013)


“La educación es el arma más poderosa
que puedes usar para cambiar el mundo”

Nelson Mandela (1918 – 2013)


“La primera tarea de la educación es agitar la vida,
pero dejándola libre para que se desarrolle”

María Montessori(1870 – 1952)


Foto de Amber Weir en Unsplash
Al leer un acertado comentario de nuestra querida amiga Enca Gálvez en el post anterior, he vuelto a replantearme y reformular lo que pienso sobre el buen cuidado y la correcta educación de los niños, algo que hago continuamente, pues no dejo de leer, escuchar y reflexionar sobre el tema.

Es un tema complejo, por supuesto. Y mi posición es un tanto diferente a lo que encontramos en la sociedad, aunque al haber diferentes posiciones, me acerco más a unos planteamientos y me alejo más de otros. Voy con ello…

Contestaba a Enca que los adultos “no somos conscientes de hasta qué punto nuestro papel es crucial en la felicidad de los niños y en favorecer, a través de ellos, un mundo mejor” Cada día estoy más convencido de ello. Pero la cuestión no es solo saberlo, porque no es suficiente, sino actuar de acuerdo a ello, algo más dificultoso.

En función de nuestra actitud, disposición y actuación, un niño verá reforzado su maravilloso espíritu innato o, por el contrario, provocaremos que vaya perdiendo su más bella y mejor esencia humana, contaminándolos con nuestros prejuicios, miedos y desconfianzas. Incluso haciéndoles un daño que puede perdurar por toda una vida debido a la desprotección o, directamente, al maltrato. Todo se da en nuestra sociedad.

Insisto una vez más: debemos permitir a los niños que sean como innatamente son. Por sí mismos irán descubriendo todo lo referente al bien y al mal, e irán afianzando sus principios y valores. ¿Cómo es esto posible? ¿Acaso son experimentados pensadores? No, no lo necesitan. Considero que es así porque los niños tienen un indicador infalible que no debemos desvirtuar con nuestras enseñanzas. A saber: se entristecen con la tristeza ajena, y se alegran con la alegría ajena. Si hacen daño y relacionan el dolor ajeno con sus actos, se sentirán culpables e instintivamente corregirán sus actos. Si, por el contrario, sus actos alegran a los demás, se sentirán reforzados a insistir en tales actos beneficiosos. Esto es así si deliberadamente, o inconscientemente, no alteramos su naturaleza.

Respecto a su proceso de maduración espiritual y ética, lo único que necesitamos hacer con los niños es ayudarles a clarificar qué relación existe entre el bien o el daño que hacen y sus actos. Nada más. No hace falta enseñarles valores para que actúen noblemente, de la misma forma que a los animales no hay que enseñarles a ser nobles: lo son innatamente.

¡Mucho cuidado con enseñarles valores! Muchas veces les enseñamos nuestros peores valores, como la envidia o el egoísmo, aún sin ser conscientes de ello. ¡Les perjudicamos como seres humanos! Si queremos un mundo mejor, es suficiente con no pretender cambiar la esencia innata de los niños.

Y, por supuesto, estamos obligados a satisfacer su infinita curiosidad. ¡Pero no la que nosotros deseamos que aprendan!, sino la que surja espontáneamente en ellos en función de sus intereses, inquietudes y vocaciones genuinamente personales. Desviarnos de sus motivaciones intelectuales es un enorme error, pues haremos de ellos seres insatisfechos, ingratos y dañinos para los demás. No somos conscientes del daño que hacemos y nos hacemos. Además, ellos sabrán ir construyendo su pirámide de conocimiento en base a su escala de valores e inquietudes. No hace falta que nosotros lo hagamos por ellos. No necesitan de nuestra manipulación. Dejemos que sean ellos mismos, pero si desean contrastar (¡solo contrastar!) con nosotros, podemos darles nuestra opinión.

¡Dejemos que los niños se conviertan en seres sanos, creativos y felices! Por favor… Confío plenamente que si tenemos este marco de actuación que he expuesto aquí resultará más fácil conseguirlo.


“Un niño puede enseñar tres cosas a un adulto:
a ponerse contento sin motivo,
a estar siempre ocupado con algo
y a saber exigir con todas sus fuerzas aquello que desea”

Paulo Coelho (1947 - …)


Emilio Muñoz
Un ángel dormido...

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The Ambientalist – Fable
(por The Ambientalist)



1 de septiembre de 2024

NIÑOS Y SENCILLEZ. CUANDO EL PENSAMIENTO POSITIVO NO LO ES


“Muchos de mis clientes, tras empaparse un poco de
psicología popular, creen que los pensamientos «positivos»,
como «Me gusta mi trabajo», nos hacen felices,
mientras que los pensamientos negativos,
como «Detesto mi trabajo», nos hacen infelices.
Pero una afirmación optimista puede ser como
un asesinato del alma si sabes que no es cierta,
mientras que un pensamiento supuestamente «negativo»
puede liberarte para experimentar la alegría”

Martha Beck (1962 - …). USA


Foto de Free Nomad en Unsplash
Uno de los grandes aciertos de los niños, aunque ellos no sean conscientes, es que no se complican la vida tanto como nos la complicamos los adultos. Y es curioso, porque ahora que lo pienso, yo me enredo en reflexiones complicadas buscando precisamente el buen camino, lo que me puede alejar de todo lo que no sea auténtico y realmente valioso. Pero no sé si avanzo en ello…

Visto lo visto, las enseñanzas de la genial Martha Beck en esta “sencilla” cita son de una importancia inimaginable.

Lo primero, se trata de una crítica que desnuda y desmonta uno de los mitos de nuestro tiempo: que hay que ser positivo en la vida hasta cuando la vida no es positiva. ¡Qué torpeza!

Es cierto que en la vida hay que tener una actitud positiva. ¡Eso que no falte jamás! Pero no hasta el punto de engañarnos. Los errores jamás dejarán de ser errores por mucho que los neguemos. Y lo mismo ocurre con los problemas, los accidentes, los incidentes y cualquier experiencia similar. Es un gran error recurrir a eslóganes positivistas cuando para evitar afrontar la desagradable realidad. El autoengaño solo sirve para hacernos seres débiles.

De la misma forma, lo importante no es decirse que “todo va a ir bien”, sino decirse que “voy a hacer todo lo posible para que vaya bien”. No estamos en una competición para demostrar que somos autosuficientes y exitosos. Humildad…

Y para poder hacer todo lo posible, lo primero es reconocer los problemas o debilidades que tenemos. Y aquí chocamos con otro mantra social que nos muestra hasta qué punto nos complicamos la vida: tenemos que mostrar al mundo que somos felices, además de exitosos. Cuando algo no va bien tenemos que ponernos la careta para disimular. ¡Qué agotamiento!

La realidad es que cuando reconocemos la realidad, sea cual sea, nos damos la oportunidad de trabajar en cambiarla a mejor, en lugar de esforzarnos por disimularla, algo que no sirve para nada y nos carga de trabajo.

Y lo peor de todo es que el ser humano es especialista en vivir en la irrealidad, de tal manera que aprende a mostrarse feliz cuando en realidad vive sumergido en una realidad que no expresa sus verdaderos sentimientos y deseos. Por mucho que intente convencerse una persona, jamás se sentirá bien si renuncia a su verdadera esencia por adaptarse a una realidad acomodaticia. Tarde o temprano se romperá… Los altos niveles de frustración que asoman tras los elevados consumos de ansiolíticos (España es el primer o segundo consumidor mundial en relación a su población) con el fin de atenuar los problemas de sueño, de ansiedad y de depresión, son la prueba más palpable de lo que digo.

Y mientras tanto los niños pequeños, felices. No se preocupan por demostrar algo (excepto cuando la educación que se les da falla), simplemente viven su espontánea, natural y bella personalidad. Disfrutan, y le dan la espalda a las complicaciones, si pueden. O, como decía un antiguo compañero de trabajo: “tiran de la cadena” (la cadena del inodoro, por supuesto, que antiguamente tenían cadena para desaguar) Me refiero al inodoro mental, que le sobrecargamos de complicaciones.

Aprendamos los adultos, y eduquemos bien a los jóvenes… ¡Y no asesinemos al alma!


Emilio Muñoz
Un ángel dormido...

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(original autentificado)



Christopher Galovan - UNDER THE SUN
(por Christopher Galovan)



31 de julio de 2024

LA POSIBILIDAD DE SER EJEMPLO DE OTROS VALORES…
(Con resumen en secuencias del cuento EL NIÑO, EL TOPO, EL ZORRO Y EL CABALLO)


“No hace falta enseñar valores a los niños;
solo se necesita ponerles un espejo
para que se hagan conscientes de lo que ya son.
 Y no pretender cambiarlos…”

Emilio Muñoz


“Por cada gota de dulzura que alguien da,
hay una gota menos de amargura en el mundo”


Teresa de Calcuta (1910 – 1997)



Fuente: del vídeo
Muchos seres humanos tenemos sed de verdad, y aunque no seamos una mayoría propugnamos que la vida comunitaria sea regida por unos valores mejores que estos otros mayoritarios que nos están llenando de enfrentamientos sin sentido y destrucción del medio ambiente. Dejo muchas preguntas en el aire…

¿Qué valores presiden nuestra sociedad habitualmente?
¿Hay otros valores que pueden construir un mundo mejor?
¿Justifica el escepticismo la renuncia, la inacción o el silencio?
¿Qué enseñamos a nuestros jóvenes?

Si el amor es lo mejor que nos puede pasar en la vida, ¿cuánto amor recibimos y damos en realidad?


Según una encuesta reciente del organismo público dependiente del Gobierno de España, CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas), aproximadamente un 80% de los españoles nos consideramos felices.

Sin embargo, según la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefaciente, España es el mayor consumidor mundial de benzodiacepinas, un compuesto hipnosedante recetado para dormir mejor por sus efectos ansiolíticos, hipnóticos y de relajación muscular. Según otras estadísticas, la mitad de la población español ha sufrido de ansiedad y / o depresión. Y otro dato escalofriante nos muestra que la mayor causa de muerte entre niños y jóvenes españoles de hasta 18 años es el suicidio, por encima de otra cualquiera.

¿Por qué entonces nos engañamos? ¿Y por qué un organismo público facilita la difusión de este auto-engaño? ¿No será que la solución a los problemas empieza por reconocerlos y afrontarlos?

¿Y no será que necesitamos otros valores mejores, dejando de considerarlos utópicos?

¿Conseguiremos destruir la vida en nuestro planeta antes de actuar con honestidad y sabiduría? No. Nunca conseguiremos destruir la vida en nuestro planeta. Solo conseguiremos destruir las formas de vida más avanzadas. Entre ellas, a la propia especie humana. Pero la vida seguirá existiendo, aunque sea en sus formas de vida vegetal y animal más sencillas.

¿Qué ejemplo estamos dando a nuestros jóvenes? ¿Qué valores estamos transmitiendo? ¿Nuestra forma de actuar con ellos tiene alguna relación con el alto número de suicidios, o con otros comportamientos ya claramente constatados que dañan a otros jóvenes o adultos?

Y, por último, ¿qué sensaciones nos transmite ver este vídeo?


Emilio Muñoz
Un ángel dormido...

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(original autentificado)



El Niño, El Topo, El zorro y El Caballo
(por Buuu Edits)



7 de julio de 2024

EL RE-ENCUENTRO CON LA FELICIDAD
(COMUNICACIÓN PARA UNA VIDA PLENA)


“Esta es la buena noticia: se pueden cambiar ideas y sentimientos,
aun aquellos que están profundamente arraigados.
La mala noticia es que para transformarlos no basta con proponérselo.
Así como concluimos a la velocidad de un rayo si una persona
nos parece confiable, inteligente o divertida, también
los juicios sobre nosotros mismos son precipitados e imprecisos.
Ese es el hábito que tenemos que aprender: el de hablar con uno mismo”


Mariano Sigman (1972 - …)



Foto de Vitolda Klein en Unsplash
¿Qué hay detrás de mi hambre de conversar? ¿Por qué en este momento de mi vida conversar se ha convertido en una necesidad tan destacada?

Llevo más de dos años promoviendo lo mismo, intentando sortear los vacíos que se crean entre las personas, y charlar abiertamente hasta el agotamiento, especialmente sobre la vida. En realidad, no hago otra cosa que intentar recuperar los valores de la infancia, perdidos en la edad adulta, pues ellos me llevan a la más bella experiencia de vida.


Cada día tenemos más medios de comunicación pero nos comunicamos menos. Cada día nos conectan más las redes sociales pero es más superficial lo que nos decimos. Y aun estando más conectados, la soledad avanza entre nosotros como un fantasma invisible. Especialmente entre los jóvenes, lo que nos debería hacer pensar en la educación que les damos y los valores que les transmitimos.

Estar acompañado no evita la soledad. La soledad se evita comunicándonos. Pero no es suficiente cualquier tipo de comunicación. La comunicación superficial e intrascendente es tan válida como cualquier otra, pero una comunicación que no facilite nutrir el espíritu de ideas y emociones ―que no sea útil para poner de manifiesto tanto nuestras diferencias como nuestras similitudes― nos aboca al aislamiento y la soledad. Necesitamos contrastar nuestras ideas tanto como tener la oportunidad de sentirnos diferentes. Y, al contrario, sentirnos integrados por lo que pensamos y sentimos. Nos es imprescindible, de tal manera que el ser humano sin estas dinámicas se siente perdido y abatido.

El problema se agrava porque, como viene a decir Sigman con otras palabras, tenemos que recuperar el sano hábito de hablar con nosotros mismos para poder hablar con los demás.

Foto de krakenimages en Unsplash
Si la palabra es el medio por excelencia en la comunicación intelectual (escucharnos), el gesto lo es en la comunicación emocional (vernos). Hoy por hoy, hacerse adulto implica aprender a ocultarnos. Lo hacemos para evitar situaciones incómodas o dolorosas, sin darnos cuenta de que con esta solución nos aislamos tanto de quienes nos puedan dañar como de quienes nos pueden hacer sentir la vida más bella. Las caretas nos aíslan del posible daña, pero también de la posible caricia.

La madurez de aprender a ocultarnos es un aprendizaje insano, pues nos aboca a la soledad, problema que jamás tendrán los niños, especialistas en conectar emocionalmente (pues intelectualmente no están desarrollados). La madurez que deberíamos aprender, en la adolescencia y juventud, es la de saber elegir a nuestros seres queridos y, sobre todo, la de no sentirnos heridos ante los fracasos y las agresiones. Deberíamos ser lo suficientemente maduros como para saber discriminar infinitamente mejor qué nos debería doler y qué deberíamos obviar o despreciar. Los adultos actuales somos hipersensibles, precisamente porque aprendemos a hacer lo contrario de lo que nos beneficia.

Y aquí enlazo edad adulta e infancia. Los niños saben mucho mejor que nosotros ―los adultos― cómo nos debe afectar lo que ocurre en nuestra vida. Intelectualmente son inmaduros, pero emocionalmente son lo suficientemente maduros como para ir a lo esencial y dejar pasar la decepción o el daño recibido a una velocidad sorprendente.

Por tanto, nuevamente apelo a re-aprender el espíritu de la infancia, pues tomar ese camino supone en re-encuentro con una vida sana, digna y feliz. Y, por favor, dejemos de condicionar emocionalmente a los niños de forma tan equivocada, que somos nosotros los que les convertimos en adultos frágiles.


Emilio Muñoz
Un ángel dormido...

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Shingo Mimura - Innocent Smile
(por Shingo Mimura - ミムラシンゴ)



15 de junio de 2024

¡LIBERACIÓN! (DESPERTAR A NUESTRO ÁNGEL DORMIDO PARA VOLAR Y VIVIR)


“Pero el auténtico trabajo de un guía del alma es despertarnos
cuando andamos sonámbulos por la selva oscura del extravío.
Esto podría implicar que el guía nos crispa los nervios, nos zarandea
y pone en entredicho nuestras creencias más profundas”

Martha Beck (1962 - …). USA
[los resaltados en los textos citados son de la autora]



Foto de Miguel Bruna en Unsplash
Es extraordinaria la clarividencia de Martha para descubrir figuras y comportamientos en el ser humano que no he visto hasta ahora tratadas, o tan enriquecedoramente tratadas. Desde luego ella es un maravilloso ejemplo de lo que llama “guía del alma” por su facilidad para abrir las mentes, aunque ninguna mente despertará (¡ningún ángel!) si no está preparada para ello.

Espero que se me permita destacar otra cita, un tanto larga (que pido que se me perdone) escrita a continuación de esas primeras frases anteriores. Me resulta impactante la contundente aclaración que hace sobre el amor.
“Podrían pasar años hasta darnos cuenta (a menudo, a posteriori) de que esta conducta denota en el fondo mucho amor. (…) Las arañas aman de veras a las moscas (les encanta su sabor, cómo crujen). Expresan ese amor atrapando todas las moscas que pueden y manteniéndolas cerca, sorbiéndoles la vida poco a poco. He tenido muchos clientes cuyos progenitores, amigos o amantes los traban así. Yo lo llamo «amor de araña», aunque por supuesto no se trata en absoluto de amor; es una relación depredador-presa. Y los guías del alma nunca la cultivan. El amor real no quiere que nadie esté inmovilizado o atado, y desde luego tampoco en la selva oscura del extravío. Quiere siempre, siempre, que seamos libres”
Yo solo voy a añadir un par de ideas que considero trascendentes. La primera, que las relaciones depredador-presa de la que habla Martha son tóxicas, y en los seres humanos se producen cuando se dan dos coincidencias: una víctima que no busca ser depredada, sino ayudada para liberarse de sus miedos y complejos. Y un depredador, también inconsciente de su papel y de cómo sanar su vida, que intenta superar aquello que nunca conseguirá de esta manera: su infinita sensación de soledad y su angustiosa carencia de un amor que no puede percibir. Terrible convivencia…

La segunda idea es que esa liberación de la que hablo requiere de un gran valor de “la presa”. En la mayoría de las ocasiones necesita de un enorme valor para contrarrestar la falta de confianza en sí mismo y el temor en el que constantemente vive.

Esta última razón es la que impide que muchas personas, especialmente las jóvenes, que han pasado por traumas severos, sean incapaces de aprovechar la oportunidad que se les presenta y el amor que se abre ante ellas. Una vez perdida la oportunidad, su subconsciente lo sabrá siempre, aunque su consciencia intentará apartarlo constantemente de su mente, con poco éxito pues añadirá más angustia a su vida. Con el paso del tiempo, y calmada mínimamente esa eterna tempestad que vive en su espíritu, logrará aceptar la realidad de su enorme perdida, como dice Martha. Una aceptación que vendrá acompañada de un gran dolor, pero que también traerá una serenidad jamás vivida hasta ese momento.

Si alguien que se haya acercado hasta aquí, y haya leído completo este artículo, se siente afectado por lo que digo, le animo a despertar su ángel dormido y arriesgarse a liberarse y vivir su auténtica personalidad, sus verdaderos sentimientos. Para ello, lo primero es librarse de las falsas excusas que justifican la opción por la solución que dicta su miedo: la parálisis, la oscuridad. Por mucho que duela la verdad, siempre libera y nos prepara para convertirnos en seres auténticos, coherentes y autónomos.

Tal vez se produzcan desfallecimientos, y al vivirse más vulnerable se sufra los injustos actos de otras personas (su mayor temor), pero su inmensa sensación de libertad, y de vivirse auténticamente, le permitirá vencer todas las dificultades que se presenten. Lo digo por propia experiencia, aunque nunca he sido tan consciente como ahora de la trascendencia de lo que hablo, y de lo que he vivido.

La sensación de volar es única y, una vez que se vive, resulta irrenunciable. Ahí encontramos nuestra fuerza para no rendirnos, para ser capaces de superarlo todo…


“Echa a volar, gaviota de mi puerto,
por las rotas arterias de mis olas,
y en las blancas estelas de mis pechos
dibújame tu sombra en la distancia.
Allí, donde parece que se estrellan
mi inquieta espuma y tu batir de alas,
allí será el encuentro todo fuego…”

Luzmaría Jiménez Faro (1937 – 2015). España
De “Echa a volar, gaviota de mi puerto...”



Emilio Muñoz
Un ángel dormido...

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Christopher Galovan - I'll Fly Away
(por Christopher Galovan)



8 de mayo de 2024

EL DOLOR QUE NO ADMITE HUÍDA…


“Aislarnos o meternos en una actividad frenética puede bajar
momentáneamente la intensidad de las emociones difíciles,
pero a la larga tiene dos efectos secundarios graves. El primero
es que las emociones de las que tratamos de apartarnos se van
acumulando en nuestro interior. El segundo es que el aislamiento
y todos los métodos de anestesia acaban generando más sensaciones
negativas, aunque no nos demos cuenta”


Anabel González (1967 - …)



Foto de Ekaterina Kuznetsova en Unsplash
Poco se puede añadir a lo que dice la propia la excelente psicóloga Anabel González, pero fiel a mis defectos agregaré alguna nota suelta.

La primera es para destacar que Anabel realmente está hablando sobre la inutilidad de huir de lo que sentimos. Concretamente del malestar o el dolor. Todo el dolor que nos produce algo se va acumulando mientras no lo solucionemos de alguna forma. De alguna forma ese dolor está esperando su momento para aflorar y crearnos un gran daño.

La segunda nota se refiere a que no hay alternativa válida a la de sanar el dolor. Teniendo en cuenta, además, que si se trata de situaciones traumáticas, suele ser muy difícil que el dolor desaparezca completamente. A lo más que normalmente podemos aspirar es a convivir en un pacto de no agresión con ese dolor. Esta ahí, pero es llevadero.

Lo más trágico es que los niños no tienen la capacidad intelectual para comprender, afrontar y sanar el daño que reciben, como acertadamente analizó Alice Miller (1923 - 2010). Cuando un niño es maltratado o sufre de desamor solo encuentra un recurso: el de pedir lo que necesita sin argumentarlo, y el de plegarse a lo que hay si su petición es inútil o le crea perjuicios. Hablemos claro: el último recurso de un niño es el de la sumisión.

Una sumisión que en muchas ocasiones llega a la edad adulta, y que se perpetúa en la pretensión de recibir el amor o el respeto que no se tuvo en la infancia. Una sumisión no resuelta que solo consigue añadir más y más dolor a medida que se recibe siempre la misma respuesta, pues sus padres o preceptores no cambiarán nunca o en muy contadas ocasiones.

Un adulto perdido en este círculo vicioso corre el riesgo de refugiarse permanentemente en su dolor y en su sumisión, por muy inverosímil que pueda parecer. Y es que intentar sanearlo les desplaza de lo conocido y les sumerge en las arenas movedizas de lo desconocido, algo que les produce aún más dolor debido al poco aprecio que tienen de sí mismos y a su enorme inseguridad.

Y advierto de algo muy serio: cuando conozcamos a un adulto así, no veamos en el a un ser carente de valentía. Veamos la realidad: al heredero de un niño que no pudo superar sus traumas y que no tuvo la oportunidad de sanear y enderezar su vida. Démosle lo que necesita: comprensión, amor y cuidados.

Y no olvidar: la esperanza siempre está ahí...


“Recuerdo mi niñez
cuando yo era una anciana
Las flores morían en mis manos
porque la danza salvaje de la alegría
les destruía el corazón

Recuerdo las negras mañanas de sol
cuando era niña
es decir ayer
es decir hace siglos”


Alejandra Pizarnik (1936 - 1972)
De ”El despertar”



Emilio Muñoz
Un ángel dormido...

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Akitsugu Fukushima - Kioku
(por Akitsugu Fukushima - Tema)



LA SABIDURÍA DEL NIÑO: EL ARTE DE SER UNO MISMO, Y SER FELIZ

“Estas palabras (…) me confirman que, en las cuestiones esenciales, nadie enseña a nadie; que la tarea filosófica consiste solo en dar a luz...