Cuando un niño reprime su naturaleza, ya sea debido a que no es aceptado, protegido y / o amado; o simplemente porque se le educa para sobrevivir y destacar en nuestro competitivo mundo, ese niño esconde, olvida, e incluso llega a rechazar en la edad adulta, su natural sensibilidad. Pero la esencia natural del ser humano, su sensibilidad, sigue viva, muchas veces luchando por salir de su ostracismo. La esencia innata de su alma sobrevive como un ángel dormido.

miércoles, 31 de julio de 2024

LA POSIBILIDAD DE SER EJEMPLO DE OTROS VALORES…
(Con resumen en secuencias del cuento EL NIÑO, EL TOPO, EL ZORRO Y EL CABALLO)


“No hace falta enseñar valores a los niños;
solo se necesita ponerles un espejo
para que se hagan conscientes de lo que ya son.
 Y no pretender cambiarlos…”

Emilio Muñoz


“Por cada gota de dulzura que alguien da,
hay una gota menos de amargura en el mundo”


Teresa de Calcuta (1910 – 1997)



Fuente: del vídeo
Muchos seres humanos tenemos sed de verdad, y aunque no seamos una mayoría propugnamos que la vida comunitaria sea regida por unos valores mejores que estos otros mayoritarios que nos están llenando de enfrentamientos sin sentido y destrucción del medio ambiente. Dejo muchas preguntas en el aire…

¿Qué valores presiden nuestra sociedad habitualmente?
¿Hay otros valores que pueden construir un mundo mejor?
¿Justifica el escepticismo la renuncia, la inacción o el silencio?
¿Qué enseñamos a nuestros jóvenes?

Si el amor es lo mejor que nos puede pasar en la vida, ¿cuánto amor recibimos y damos en realidad?


Según una encuesta reciente del organismo público dependiente del Gobierno de España, CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas), aproximadamente un 80% de los españoles nos consideramos felices.

Sin embargo, según la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefaciente, España es el mayor consumidor mundial de benzodiacepinas, un compuesto hipnosedante recetado para dormir mejor por sus efectos ansiolíticos, hipnóticos y de relajación muscular. Según otras estadísticas, la mitad de la población español ha sufrido de ansiedad y / o depresión. Y otro dato escalofriante nos muestra que la mayor causa de muerte entre niños y jóvenes españoles de hasta 18 años es el suicidio, por encima de otra cualquiera.

¿Por qué entonces nos engañamos? ¿Y por qué un organismo público facilita la difusión de este auto-engaño? ¿No será que la solución a los problemas empieza por reconocerlos y afrontarlos?

¿Y no será que necesitamos otros valores mejores, dejando de considerarlos utópicos?

¿Conseguiremos destruir la vida en nuestro planeta antes de actuar con honestidad y sabiduría? No. Nunca conseguiremos destruir la vida en nuestro planeta. Solo conseguiremos destruir las formas de vida más avanzadas. Entre ellas, a la propia especie humana. Pero la vida seguirá existiendo, aunque sea en sus formas de vida vegetal y animal más sencillas.

¿Qué ejemplo estamos dando a nuestros jóvenes? ¿Qué valores estamos transmitiendo? ¿Nuestra forma de actuar con ellos tiene alguna relación con el alto número de suicidios, o con otros comportamientos ya claramente constatados que dañan a otros jóvenes o adultos?

Y, por último, ¿qué sensaciones nos transmite ver este vídeo?


Emilio Muñoz
Un ángel dormido...

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(original autentificado)



El Niño, El Topo, El zorro y El Caballo
(por Buuu Edits)



domingo, 7 de julio de 2024

EL RE-ENCUENTRO CON LA FELICIDAD
(COMUNICACIÓN PARA UNA VIDA PLENA)


“Esta es la buena noticia: se pueden cambiar ideas y sentimientos,
aun aquellos que están profundamente arraigados.
La mala noticia es que para transformarlos no basta con proponérselo.
Así como concluimos a la velocidad de un rayo si una persona
nos parece confiable, inteligente o divertida, también
los juicios sobre nosotros mismos son precipitados e imprecisos.
Ese es el hábito que tenemos que aprender: el de hablar con uno mismo”


Mariano Sigman (1972 - …)



Foto de Vitolda Klein en Unsplash
¿Qué hay detrás de mi hambre de conversar? ¿Por qué en este momento de mi vida conversar se ha convertido en una necesidad tan destacada?

Llevo más de dos años promoviendo lo mismo, intentando sortear los vacíos que se crean entre las personas, y charlar abiertamente hasta el agotamiento, especialmente sobre la vida. En realidad, no hago otra cosa que intentar recuperar los valores de la infancia, perdidos en la edad adulta, pues ellos me llevan a la más bella experiencia de vida.


Cada día tenemos más medios de comunicación pero nos comunicamos menos. Cada día nos conectan más las redes sociales pero es más superficial lo que nos decimos. Y aun estando más conectados, la soledad avanza entre nosotros como un fantasma invisible. Especialmente entre los jóvenes, lo que nos debería hacer pensar en la educación que les damos y los valores que les transmitimos.

Estar acompañado no evita la soledad. La soledad se evita comunicándonos. Pero no es suficiente cualquier tipo de comunicación. La comunicación superficial e intrascendente es tan válida como cualquier otra, pero una comunicación que no facilite nutrir el espíritu de ideas y emociones ―que no sea útil para poner de manifiesto tanto nuestras diferencias como nuestras similitudes― nos aboca al aislamiento y la soledad. Necesitamos contrastar nuestras ideas tanto como tener la oportunidad de sentirnos diferentes. Y, al contrario, sentirnos integrados por lo que pensamos y sentimos. Nos es imprescindible, de tal manera que el ser humano sin estas dinámicas se siente perdido y abatido.

El problema se agrava porque, como viene a decir Sigman con otras palabras, tenemos que recuperar el sano hábito de hablar con nosotros mismos para poder hablar con los demás.

Foto de krakenimages en Unsplash
Si la palabra es el medio por excelencia en la comunicación intelectual (escucharnos), el gesto lo es en la comunicación emocional (vernos). Hoy por hoy, hacerse adulto implica aprender a ocultarnos. Lo hacemos para evitar situaciones incómodas o dolorosas, sin darnos cuenta de que con esta solución nos aislamos tanto de quienes nos puedan dañar como de quienes nos pueden hacer sentir la vida más bella. Las caretas nos aíslan del posible daña, pero también de la posible caricia.

La madurez de aprender a ocultarnos es un aprendizaje insano, pues nos aboca a la soledad, problema que jamás tendrán los niños, especialistas en conectar emocionalmente (pues intelectualmente no están desarrollados). La madurez que deberíamos aprender, en la adolescencia y juventud, es la de saber elegir a nuestros seres queridos y, sobre todo, la de no sentirnos heridos ante los fracasos y las agresiones. Deberíamos ser lo suficientemente maduros como para saber discriminar infinitamente mejor qué nos debería doler y qué deberíamos obviar o despreciar. Los adultos actuales somos hipersensibles, precisamente porque aprendemos a hacer lo contrario de lo que nos beneficia.

Y aquí enlazo edad adulta e infancia. Los niños saben mucho mejor que nosotros ―los adultos― cómo nos debe afectar lo que ocurre en nuestra vida. Intelectualmente son inmaduros, pero emocionalmente son lo suficientemente maduros como para ir a lo esencial y dejar pasar la decepción o el daño recibido a una velocidad sorprendente.

Por tanto, nuevamente apelo a re-aprender el espíritu de la infancia, pues tomar ese camino supone en re-encuentro con una vida sana, digna y feliz. Y, por favor, dejemos de condicionar emocionalmente a los niños de forma tan equivocada, que somos nosotros los que les convertimos en adultos frágiles.


Emilio Muñoz
Un ángel dormido...

© TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS
(original autentificado)



Shingo Mimura - Innocent Smile
(por Shingo Mimura - ミムラシンゴ)



NIÑOS Y SENCILLEZ. CUANDO EL PENSAMIENTO POSITIVO NO LO ES

“Muchos de mis clientes, tras empaparse un poco de psicología popular, creen que los pensamientos «positivos», como «Me gusta mi trabajo», n...