“Cuando era niña, encontraba el encantamiento con
mucha facilidad, pero yo creía equivocadamente que
era insignificante, pueblerino, algo vergonzoso que debía
esconder en la carrera hacia la edad adulta.
Ahora me pregunto cómo volver a encontrarlo. (…)
Yo me esforzaba en reprimir todas esas cosas. Creía
que era lo que tenía que hacer para hacerme mayor”
Katherine May
(el subrayado es mío)
“La creencia según la cual las personas de más edad
saben más de la vida, porque supuestamente tienen
más experiencia, se nos inculca a tan temprana edad
que nos aferramos a ella pese a que la realidad
demuestra a menudo lo contrario”
Alice Miller (1923 - 2010)
“Tu tomas lo roto
y encuentras la belleza en todas las cosas.
(…)
Tu restauras todas las cosas”
Salt of the sound
Foto de Bermix Studio en Unsplash |
Y es que después de dos o tres años afirmando (y supongo que enfadando a muchas personas) que los adultos perdemos lo mejor de nosotros mismos cuando dejamos la infancia y la adolescencia (empobreciendo nuestra vida y afectando a nuestra salud emocional), y manteniendo que los adultos no enfocamos bien la educación de los niños, encuentro personas valientes que se han atrevido a decirlo desde la lógica del especialista o desde la intuición existencial del común de los mortales, algo igual de válido.
Aunque podría llenar páginas y páginas para desnudar la grave realidad que nos negamos a ver, solo añadiré unas pocas notas más que considero importantes, aclarando que mi propósito, al contrario de lo que pueda parecer, no es denostar al ser humano, sino aportar esperanza, algo de lo que estamos francamente necesitados. Sin olvidar que la esperanza solo puede renacer después de abrir los ojos e incorporar la realidad, bonita o fea, a nuestras vidas… ¡No hay otro camino!
Foto de JJ Jordan en Unsplash |
Y, de paso, reivindico el amor infantil, tan sincero, entregado, generoso, inocente, ilusionado. Y reclamo el amor adolescente, tan inflamado, ciego, apasionado… Tan inocente e ilusionado como el amor infantil. Infinitamente más hermosos que cualquier amor de adulto, acogido ciegamente y acríticamente a los inútiles cánones de nuestra sociedad, supuestamente madura.
Le digo “¡basta!” a tanto estreñimiento mental y espiritual en nuestra sociedad, y a tanto autoengaño. ¡Basta! No somos conscientes del daño que sufrimos nosotros mismos en la infancia, en nuestro bienestar emocional, con el escepticismo y el pragmatismo en el que socialmente se nos sumergía. Ni somos conscientes del daño que causa en nuestros jóvenes esa misma mentalidad que transmitimos mecánicamente nosotros mismos, agravada ahora al haber ido añadiendo un consumismo compulsivo en el que nos refugiamos y que nos sirve como un remedio y desahogo a la pobreza espiritual y emocional en la que vivimos. Por no hablar de la insensata indiferencia al deterioro de nuestro planeta, al creciente deterioro de nuestra salud mental, y a la aceptación de la violencia como un componente más de nuestra vida. Nada de eso mejora la calidad emocional y espiritual de nuestra vida; al contrario, es la causa de un mayor estrés.
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Y aunque no acepte el mundo tan extraviado como está, yo no voy a renunciar a la alegría de vivir toda la belleza que hay a mi alrededor (que la hay, pero que no sabemos aprovecharla a fondo), y de vivirme tal y como soy… tal y como nací.
¡Vida, libérame de tanto convencionalismo absurdo y acógeme desnudo e inocente, como vine al mundo!
Emilio Muñoz
Un ángel dormido...
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