Cuando un niño reprime su naturaleza, ya sea debido a que no es aceptado, protegido y / o amado; o simplemente porque se le educa para sobrevivir y destacar en nuestro competitivo mundo, ese niño esconde, olvida, e incluso llega a rechazar en la edad adulta, su natural sensibilidad. Pero la esencia natural del ser humano, su sensibilidad, sigue viva, muchas veces luchando por salir de su ostracismo. La esencia innata de su alma sobrevive como un ángel dormido.

5 de noviembre de 2024

EL LUGAR DESDE EL QUE MIRO Y VIVO LA VIDA…
(NIÑEZ, MADUREZ Y ESPERANZA)


“Cuando era niña, encontraba el encantamiento con
mucha facilidad, pero yo creía equivocadamente que
era insignificante, pueblerino, algo vergonzoso que debía
esconder en la carrera hacia la edad adulta.
Ahora me pregunto cómo volver a encontrarlo. (…)
Yo me esforzaba en reprimir todas esas cosas. Creía
que era lo que tenía que hacer para hacerme mayor”

Katherine May
(el subrayado es mío)

“La creencia según la cual las personas de más edad
saben más de la vida, porque supuestamente tienen
más experiencia, se nos inculca a tan temprana edad
que nos aferramos a ella pese a que la realidad
demuestra a menudo lo contrario”

Alice Miller (1923 - 2010)

“Tu tomas lo roto
y encuentras la belleza en todas las cosas.
(…)
Tu restauras todas las cosas”

Salt of the sound


Foto de Bermix Studio en Unsplash
Después de más de dos años pregonando en medio del escepticismo mi creencia de que el buen camino en la vida es recuperar el espíritu de la niñez (no la niñez, algo que es imposible, sino su espíritu), por fin estoy leyendo las palabras mágicas que esperaba, esas que vienen a confirmarme que estoy en el buen camino. Mi fe se ha basado, en parte, en la más elemental lógica; y en otra gran parte, en mi intuición. Ahora es una convicción compartida. Como se suele decir, al menos en España, “¡no quepo en mí de gozo!”

Y es que después de dos o tres años afirmando (y supongo que enfadando a muchas personas) que los adultos perdemos lo mejor de nosotros mismos cuando dejamos la infancia y la adolescencia (empobreciendo nuestra vida y afectando a nuestra salud emocional), y manteniendo que los adultos no enfocamos bien la educación de los niños, encuentro personas valientes que se han atrevido a decirlo desde la lógica del especialista o desde la intuición existencial del común de los mortales, algo igual de válido.

Aunque podría llenar páginas y páginas para desnudar la grave realidad que nos negamos a ver, solo añadiré unas pocas notas más que considero importantes, aclarando que mi propósito, al contrario de lo que pueda parecer, no es denostar al ser humano, sino aportar esperanza, algo de lo que estamos francamente necesitados. Sin olvidar que la esperanza solo puede renacer después de abrir los ojos e incorporar la realidad, bonita o fea, a nuestras vidas… ¡No hay otro camino!


Foto de JJ Jordan en Unsplash
A la manera de San Francisco con su cuerpo, yo desnudo mi alma para liberar a mi mente de una vida encadenada y sumisa a tanto convencionalismo tóxico, a tanta apariencia engañosa o a tantos propósitos que no aportan ni una sola buena emoción a la vida. Frente a tanto ciego infantilismo en los adultos, signo evidente de mediocridad, reivindico el sano espíritu de la niñez, que no es otra cosa que la verdadera madurez como bien afirma Alice Miller. Nacemos maduros y nosotros mismos desvirtuamos nuestro “buen hacer” al convertirnos en adultos.

Y, de paso, reivindico el amor infantil, tan sincero, entregado, generoso, inocente, ilusionado. Y reclamo el amor adolescente, tan inflamado, ciego, apasionado… Tan inocente e ilusionado como el amor infantil. Infinitamente más hermosos que cualquier amor de adulto, acogido ciegamente y acríticamente a los inútiles cánones de nuestra sociedad, supuestamente madura.

Le digo “¡basta!” a tanto estreñimiento mental y espiritual en nuestra sociedad, y a tanto autoengaño. ¡Basta! No somos conscientes del daño que sufrimos nosotros mismos en la infancia, en nuestro bienestar emocional, con el escepticismo y el pragmatismo en el que socialmente se nos sumergía. Ni somos conscientes del daño que causa en nuestros jóvenes esa misma mentalidad que transmitimos mecánicamente nosotros mismos, agravada ahora al haber ido añadiendo un consumismo compulsivo en el que nos refugiamos y que nos sirve como un remedio y desahogo a la pobreza espiritual y emocional en la que vivimos. Por no hablar de la insensata indiferencia al deterioro de nuestro planeta, al creciente deterioro de nuestra salud mental, y a la aceptación de la violencia como un componente más de nuestra vida. Nada de eso mejora la calidad emocional y espiritual de nuestra vida; al contrario, es la causa de un mayor estrés.

Foto de Anton Sobotyak en Unsplash
Al igual que Katherine May, ahora busco la manera de recuperar el encantamiento de la niñez y la adolescencia. Es un esfuerzo por encontrarme a mí mismo (o por no perderme). Es la clave para vivir ilusionado con el ser que soy y con mi vida.

Y aunque no acepte el mundo tan extraviado como está, yo no voy a renunciar a la alegría de vivir toda la belleza que hay a mi alrededor (que la hay, pero que no sabemos aprovecharla a fondo), y de vivirme tal y como soy… tal y como nací.

¡Vida, libérame de tanto convencionalismo absurdo y acógeme desnudo e inocente, como vine al mundo!


Emilio Muñoz
Un ángel dormido...

© TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS
(original autentificado)



Salt of the sound & Simon Wester – Restore
(por Salt of the Sound)



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