SOBRE NIÑOS, ADULTOS Y RESCATAR EL ESPÍRITU DE LA NIÑEZ
(Otra forma de cuidar a los niños y de ser adultos)
Cuando un niño reprime su naturaleza, ya sea debido a que no es aceptado, protegido y / o amado; o simplemente porque se le educa para sobrevivir y destacar en nuestro competitivo mundo, ese niño esconde, olvida, e incluso llega a rechazar en la edad adulta, su natural sensibilidad. Pero la esencia natural del ser humano, su sensibilidad, sigue viva, muchas veces luchando por salir de su ostracismo. La esencia innata de su alma sobrevive como un ángel dormido.
Siendo este un blog que habla de las dificultades de ser niños en un mundo de adultos, y que recalca constantemente la necesidad de recuperar el espíritu de la niñez (que no la niñez, algo imposible, como no me canso de recalcar), no podían faltar los niños.
Ninguna duda tengo de que es el camino para alcanzar un mundo mejor, y seres humanos más sanos y felices, niños y adultos.
¡FELIZ NAVIDAD! Paz y amor para todos en una Navidad llena de momentos entrañables e inolvidables.
¡Cuántas veces he visto ese primer vídeo que inserto hoy (el “short” de YouTube)! Creo que es bueno verlo cada día para no olvidar lo que sí es alegría, lo que sí es amor, lo que sí es vivir el amor…
¿Dónde está la alegría del encuentro en los adultos humanos? Esa alegría desbordante que sí está en los niños y en nuestras mascotas, sean crías o adultas. Ese entusiasmo que les hace saltar, reír y hasta gritar, sin avergonzarse, sin sentirse acomplejados, sin avergonzarse de que les vean, sino todo lo contrario.
Y si por ser adulto tengo que dar la imagen de equilibrado, sobrio y equidistante, me niego rotundamente, que yo no quiero mostrarme maduro demostrando dominio emocional, que por mucho que me digan, yo solo lo entiendo como un rasgo de debilidad en los adultos. No. Yo quiero emocionarme hasta el éxtasis al ver a mis seres queridos, al leer una preciosa poesía o al escuchar una emocionante canción, por ejemplo. Y para eso necesito la espontaneidad, la humildad y la inocencia.
Y yo iría más allá, porque son muchas las personas que necesitan una excusa externa para sentir la alegría de vivir (no solo la alegría del encuentro) Aunque también reconozco que hay experiencias que resultan muy difíciles de superar, afrontar con optimismo y llenarse de paz y alegría. Pero no son los casos más abundantes, ni mucho menos, aunque no falten siempre disgustos menores. Conozco personas que desprenden una alegría vibrante a pesar de vivir situaciones realmente difíciles, de la misma manera que conozco a personas que se toman sus experiencias desfavorables de una forma que considero excesivamente trágicas.
Salvo en casos excepcionales, la alegría no necesita excusas, ni necesita que ocurra algo en nuestras vidas que nos llene de alegría. En definitiva, no hace falta estar dependiendo de lo que ocurra a nuestro alrededor para disfrutar de tan maravilloso manjar. Solo se necesita querer. Se necesita voluntad. Se necesita la firme decisión de vivir la alegría, tanto para uno mismo como para a los demás. Aunque en ocasiones tengamos que hacerlo apretando fuerte los dientes.
Cambiar el chip… Y si para ello hay que volver a la madurez de la niñez, perfecto. Yo estoy en ello.