“Defender la alegría como una trinchera
defenderla del escándalo y la rutina
de la miseria y los miserables
de las ausencias transitorias
y las definitivas…
(…)
defender la alegría como una bandera
defenderla del rayo y la melancolía
de los ingenuos y de los canallas
de la retórica y los paros cardiacos
de las endemias y las academias”
Mario Benedetti (1920 – 2009). Uruguay
De “Defender la alegría”
Foto de Nathan Dumlao en Unsplash |
¿Dónde está la alegría del encuentro en los adultos humanos? Esa alegría desbordante que sí está en los niños y en nuestras mascotas, sean crías o adultas. Ese entusiasmo que les hace saltar, reír y hasta gritar, sin avergonzarse, sin sentirse acomplejados, sin avergonzarse de que les vean, sino todo lo contrario.
Y si por ser adulto tengo que dar la imagen de equilibrado, sobrio y equidistante, me niego rotundamente, que yo no quiero mostrarme maduro demostrando dominio emocional, que por mucho que me digan, yo solo lo entiendo como un rasgo de debilidad en los adultos. No. Yo quiero emocionarme hasta el éxtasis al ver a mis seres queridos, al leer una preciosa poesía o al escuchar una emocionante canción, por ejemplo. Y para eso necesito la espontaneidad, la humildad y la inocencia.
Y yo iría más allá, porque son muchas las personas que necesitan una excusa externa para sentir la alegría de vivir (no solo la alegría del encuentro) Aunque también reconozco que hay experiencias que resultan muy difíciles de superar, afrontar con optimismo y llenarse de paz y alegría. Pero no son los casos más abundantes, ni mucho menos, aunque no falten siempre disgustos menores. Conozco personas que desprenden una alegría vibrante a pesar de vivir situaciones realmente difíciles, de la misma manera que conozco a personas que se toman sus experiencias desfavorables de una forma que considero excesivamente trágicas.
Salvo en casos excepcionales, la alegría no necesita excusas, ni necesita que ocurra algo en nuestras vidas que nos llene de alegría. En definitiva, no hace falta estar dependiendo de lo que ocurra a nuestro alrededor para disfrutar de tan maravilloso manjar. Solo se necesita querer. Se necesita voluntad. Se necesita la firme decisión de vivir la alegría, tanto para uno mismo como para a los demás. Aunque en ocasiones tengamos que hacerlo apretando fuerte los dientes.
Cambiar el chip… Y si para ello hay que volver a la madurez de la niñez, perfecto. Yo estoy en ello.
Emilio Muñoz
Un ángel dormido...
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Esto sí que es alegría. Esto sí que es amor. ¡Esto sí que es vivir el amor!
(por Jacob David)